domingo, 24 de junio de 2012

Bolivia, en el abismo de la brecha tecnológica

Nuestro país se está rezagando cada vez más en el uso de nuevas tecnologías, lo que limita nuestras posibilidades de proyección al futuro

Una serie de informes periodísticos publicados recientemente dan cabal cuenta del pequeño lugar que nuestro país ocupa en cualquiera de las muchas escalas que organismos especializados elaboran para evaluar la asimilación de las nuevas tecnologías. Bolivia figura entre los países más rezagados en el camino que conduce al futuro tecnológico y la distancia no hace más que agrandarse con cada año que pasa.

A esa conclusión se llega si se compara cualquiera de los indicadores utilizados para este tipo de mediciones con los de nuestros países vecinos. Y el panorama resulta aún más desalentador si se considera que Latinoamérica en general está en muy mala situación en relación a otras regiones del planeta.

Así lo indica, por ejemplo, el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), según el cual el porcentaje de usuarios de banda ancha móvil en América Latina y el Caribe pasó de 0,2 por ciento en 2005 a 5,3 por ciento en 2011 sobre el total de la población; mientras que en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la proporción se elevó de cinco por ciento a 49 por ciento.

De acuerdo a ese informe, uno de los factores que determinan la adopción de la banda ancha es su precio. Y es ahí donde las diferencias se hacen abismales pues los precios al consumidor final del servicio de banda ancha entre los ofrecidos en la región y los prestados en territorio europeo, por ejemplo, incluso por las mismas empresas, son enormes. El promedio de la región en marzo se ubicó en los 72,8 dólares el megabyte por segundo (mbps), en contraposición a los 5,9 por mbps contabilizados en los países de la OCDE.

En el contexto latinoamericano, Bolivia se ubicó en el extremo más costoso del servicio (medido por paridad de poder adquisitivo), con 300 dólares por mega mensuales; en el otro, Panamá, donde se cobra a los usuarios 17,7 dólares por mbps.

En el caso de la velocidad, en el último año en América del Sur se incrementó 53 por ciento. Chile sobresalió por la velocidad de subida alcanzada en abril: 1.767 mbps, 39 por ciento más que en igual mes de 2010, y en la de bajada, 6.413 mbps; en Bolivia, la velocidad de subida fue de 210 mbps y la de bajada 428 mbps, las cifras más bajas de la región.

El informe de la CEPAL, como no podía ser de otro modo dado la naturaleza de esa organización, hace énfasis en las consecuencias económicas de tal situación. Indica que el efecto multiplicador en lo que a competitividad se refiere es alarmante y lo es mucho más si se considera que en el mundo actual no es concebible una actividad económica por muy modesta que ésta sea que no esté basada o por lo menos respaldada en el uso intensivo de nuevas tecnologías.

Pero también son dramáticas las consecuencias si se mira el fenómeno desde el punto de vista educativo y cultural en general. La ampliación de la brecha tecnológica condena a las personas, a los grupos sociales, a las empresas, a las instituciones y a los países más desfavorecidos a un continuo deterioro en términos relativos de sus posibilidades de bienestar.

Las tecnologías de última generación brindan actualmente instrumentos y facilidades para expandir el conocimiento, para ampliar el acceso y la receptividad. Su utilización en la educación superior abre caminos a la investigación y a la producción de conocimientos a escala del globo. No obstante, la tecnología por sí sola no solucionará conflictos de magnitud ni cuestiones mínimas si no tiene incluido y aparejado el contenido social del conocimiento científico.

El reto de la educación actual radica: tener la capacidad de vincular ofertas de programas académicos de alta calidad, con contendido social, adoptando las tecnologías de comunicación e información. Las nuevas herramientas informáticas y comunicacionales pueden ser muy útiles, no exclusivamente en la transmisión de conocimientos, sino en la socialización de iniciativas científicas de alta calidad y pertinencia y en la conformación de una comunidad científica amplia y efectiva. 

Como se puede ver, no es pequeño el problema al que nos referimos. Razón más que suficiente para que tanto el sector público como el privado lo incorpore en un lugar privilegiado de su agenda de preocupaciones. (ERCR)

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